Los buenos modales eran normas de socialización bien definidas y establecidas en otras épocas, tal vez a nuestros padres o abuelos se nos pasó la mano en cuestión de disciplina y solían decir que “la letra con sangre entra”. Eso fue en el pasado, pero como los padres de la actualidad vivimos y todavía recordamos esos días de disciplina y castigos, se nos hace impensable corregir las faltas de nuestros hijos con esos métodos bárbaros. Cuidado de caer en el extremo opuesto, lo digo porque solemos razonar con nuestro hijo de dos o tres años que hace pataleta, intentando con nuestras mejores intenciones que el pequeño reflexione sobre su mal comportamiento y entienda porqué no debería hacerlo. Claro está que no nos damos cuenta que el pequeño no tiene la capacidad de razonar de esa manera porque no tiene el desarrollo maduracional ni lógico a su edad.

Entonces ¿Cómo hacemos para que entienda y se comporte bien si tener que utilizar el castigo?

Aprender a portarse bien es una tarea algo complicada y en la que intervienen ambos padres, sobre todo para enseñarle a comprender lo que son las normas y los límites y que el traspasarlos conlleva a consecuencias que pueden ser indeseables para el pequeño.

Estas técnicas son utilizadas con efectividad en situaciones cotidianas como cuando se les da por no querer bañarse, pintarrajear las paredes y puertas de casa, o no querer comer lo que se les da.

Te explico en pocos detalles la propuesta de muchos psicólogos y terapeutas infantiles.

Antes que nada, tú como padre o madre debes tener claro que las relaciones humanas son más armoniosas y agradables cuando existe una convivencia sin reyertas, ni enojos, ni pataletas. Por ello se establecen las normas de convivencia o buenos modales.

El problema sucede porque los niños desconocen lo que son las buenas maneras, ellos están en pleno proceso de formación de su personalidad, por lo tanto, no se les puede pedir que piensen y actúen como un adulto plenamente desarrollado.

Hay que considerar que un niño pequeño es egocéntrico porque des conoce los derechos de los demás. El niño quiere algo y actúa en consecuencia para conseguirlo como de lugar, porque no tiene conciencia de lo que es convivir en grupo y respetar los límites y derechos de los otros.

Para ello necesitan que los padres les enseñen las normas de convivencia o buenos modales. Para ello hay que poner en práctica algunas técnicas psicoeducativas o pequeñas triquiñuelas para que el niño comprenda lo que debe hacer en tal situación y ampliar así su repertorio de conductas buenas.

No pintar las paredes

A los pequeños les encanta pintar, dibujar y ser creativos, originales y una pesadilla para las paredes de casa. Muchas veces los padres intentan explicarle porqué no debe pintar las paredes, pero parece que el niño no comprende esta alocución y continúa con su trabajo artístico llenando de florituras y lenguaje infantil rayas, manchas y ondas) las paredes.

No pintar las paredes

Para remediar la situación es importante enseñarle dónde pueden y dónde no pueden escribir. Además, debemos proporcionarle alternativas como material de dibujo, papeles, libretas y un espacio dentro de casa y preferiblemente cercano del progenitor para poder vigilarlo, como la mesa de la cocina, un escritorio pequeño para él, o el suelo de su habitación, donde el pequeño pueda sentirse a gusto y desplegar toda su imaginación. 

A partir de los 3 o 4 años el niño aprende a lavarse los dientes por si solo, con mayor o menor destreza. Es una parte de la independencia que va consiguiendo por sí mismo. Pero a veces sucede que el niño no está dispuesto a hacerlo o prefiere que uno de los progenitores le haga la limpieza o simplemente él no lo hace porque no quiere.

Para conseguir que forme el hábito de cepillarse los dientes a diario y sin tener que estar recordándoselo todos los días, se pueden aplicar algunas estrategias como:

Comprarle un neceser que sea sólo para que él guarde su cepillo y su pasta dentrífica, de este modo le animamos a que tenga sus propias responsabilidades, como elegir cuál cepillo le gusta o cuál pasta prefiere.

También podemos motivarlo colocando una imagen de carita feliz en una cartulina donde hemos dibujado cada día de la semana y premiarlo por haberse lavado los dientes ese día.

Chuparse el dedo

Es parte del proceso de desarrollo el chuparse el dedo; cuando es bebé suele hacerlo con frecuencia y es un hábito natural hasta los primeros meses de vida.

Pero al pasar un par de años, esta costumbre es una forma de satisfacer su necesidad de succionar, o de evocar un período anterior de su evolución.

Este hábito es antihigiénico debido a la cantidad de bacterias que nos rodean y que el niño como explorador nato, está expuesto a ellas, especialmente porque emplea las manos para sus nuevos descubrimientos.

Para evitar este hábito poco saludable, se propone pintar el dedo objeto de la succión con una carita divertida, de tal forma que cada vez que el niño intente meterse el dedo en la boca, mirará ese dibujo jocoso y recordará que no debe hacerlo.

Resolver el mal humor matutino

A veces sucede que los niños se levantan de mal humor después de dormir porque a menudo son despertados durante un período de sueño profundo. Está claro que no podemos adecuarnos al horario diurno como quisiéramos porque los horarios escolares ya están establecidos y no lo permiten.

Sin embargo, podemos hacer que el levantarse sea una actividad que involucre a todos los miembros de la familia y sea más bien divertida. Podríamos establecer una alarma de unos cinco minutos en el despertador, con Alexa o con Siri o cualquier aplicación de utilidad, para dedicarnos todos, incluyendo al pequeño a quejarnos, gruñir, revolvernos en las sábanas y esconder la cara en la almohada. Luego poner una alarma para recordarnos que ha finalizado el tiempo de quejas y reírnos de la situación, de esta manera juntos resolveremos el problema del mal humor porque compartiremos juegos y risas al despertar.

Comerse las uñas

Es un hábito común en los pequeños de casa y también no tan pequeños el comerse las uñas como síntoma de ansiedad o nerviosismo ante alguna situación estresante o aburrida. Este hábito antihigiénico suele prolongarse hasta la adolescencia o, incluso, hasta la edad adulta si no es resuelto a tiempo.

Los niños muerden, escarban y roen sus uñas cuando tienen las manos desocupadas. Se les puede dar una piedra lisa, una pelota de goma, un amuleto elegido por él y supervisado por los padres para que sirvan de estrategias lúdicas que distraigan al niño para alejarlo del mal hábito de morderse las uñas.

También podemos incluir frases positivas para alentarlo a alejarse de ese mal hábito acompañándolas con acciones como, por ejemplo, regalarle un juego de pinturas para que dibuje con los dedos o jugar utilizando marionetas con los dedos, dibujarle caritas felices y graciosas en sus uñas para que evite dañarlas con el mordisqueo.

Cara y manos sucias

Tomemos en cuenta que los niños son científicos natos, es decir, son inquietos, curiosos y experimentadores con todo lo que les rodea porque están descubriendo un mundo de cosas.

Es común que siempre tengan las manos, cara, brazos y ropa sucia, especialmente si tienen jardín. Por ello, debemos intentar ser razonables en cuanto a la limpieza y aseo personal desde pequeños.

Los niños pequeños suelen intentar lavarse por sí mismos, pero la mayoría no llega a limpiarse adecuadamente sin una supervisión de los padres, por lo menos hasta los cuatro años.

Un modo que sea divertido y por lo tanto agradable. Podemos ayudarles en la tarea de limpieza colocando un taburete resistente y que tenga su nombre escrito en él, ayudándole a subirse para lavarse correctamente, siempre vigilando que no tropiece,

Además, debemos tener preparado un jabón que no irrite los ojos y preferiblemente que contenga un Ph neutro para evitar irritaciones en su delicada piel.

Con estas acciones en marcha, ya podemos alentarle a jugar a lavarse y a embadurnarse la cara con jabón para que se convierta en una actividad agradable de limpieza y sin que le escuezan los ojos o le irrite la piel.

No recoge sus juguetes

Los niños no tienen instalado el hábito de recoger sus juguetes o su ropa porque suele ser la madre o la persona encargada quien cumple esta función. Por ello, es conveniente que desde pequeños aprendan a recoger sus cosas por ellos mismos. Un niño de dos años, por ejemplo, puede colocar sobre la cama un par de calcetines juntos, también será capaz de ordenar su ropa interior (previamente doblada por el adulto) y decir qué pieza de ropa pertenece a su sitio en el armario o en el cajón donde se guarda.

Para animarle que desarrolle el hábito del orden, podemos jugar con él diciéndole que haga un tren con sus zapatos en el armario mientras los ordena por pares. También podemos animarle a que decore las cajas de los zapatos y luego cortarlas para que sirvan de separadores en los cajones.

También es recomendable dejarle decidir por sí mismo cosas como escoger cuál cajón prefiere para colocar sus calcetines o su ropa interior en él.

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